Los confinamientos, el desvío de recursos o la suspensión de campañas de prevención son los grandes problemas para las epidemias que han quedado en un segundo plano
El covid ha dejado ya 23,4 millones de contagiados en todo el mundo y más de 800.000 muertos. La atención sanitaria dirige todos sus esfuerzos a paliar su impacto desde hace meses. Es lógico, nunca una infección se había propagado tan intensamente por todo el globo en tan poco tiempo. Pero las necesidades de la pandemia han dejado en un segundo plano otras enfermedades infecciosas cuya mortalidad se había reducido considerablemente en los últimos años, y que ahora amenazan con repuntar si pierden atención: son la tuberculosis, la malaria y el VIH.
“Hay una presión importante ahora mismo para desviar recursos para responder al covid, pero estamos destapando un agujero para tapar otro. Estas tres enfermedades siguen siendo desafíos importantes y estamos retrocediendo varios años en lo conseguido”, alerta César Núñez, director regional de Onusida para América Latina y el Caribe.
El impacto del coronavirus puede aumentar las muertes por VIH, tuberculosis y malaria en un 10%, 20% y 36% respectivamente.
Según un estudio publicado por ‘The Lancet’, el impacto del coronavirus puede provocar un aumento de las muertes por VIH, tuberculosis y malaria de un 10%, 20% y 36% respectivamente los próximos cinco años, debido a la interrupción de los tratamientos por los confinamientos, el desvío de recursos para tratar el covid o la suspensión de campañas de prevención durante los meses de pandemia.
Se calcula que harán falta 28.500 millones de dólares para volver al punto precovid en estas condiciones de salud
“Calculamos que entre un 50% y un 75% de los programas y tratamientos de tuberculosis del mundo se han interrumpido hasta ahora, dependiendo del país, ya sea a nivel de atención hospitalaria, suministros, test…”, explica Tereza Kasaeva, directora del Programa Mundial para la Tuberculosis de la Organización Mundial de la Salud. El año pasado murieron de esta infección 1,5 millones de personas, y la OMS calcula que en 2021 habrá una sobremortalidad por esta enfermedad de entre 100.000 y 200.000 personas en todo el mundo. “Ahora mismo, harían falta más de 3.000 millones de dólares para volver a la situación precovid, pero pueden ser el doble o el triple si la tendencia sigue así. Es muy preocupante”, añade.
Uno de los principales problemas derivados de la crisis sanitaria es el diagnóstico y tratamiento de los nuevos casos, que han bajado estrepitosamente desde que empezó la pandemia por la falta de efectivos y el cierre de clínicas: “Antes del covid, se diagnosticaba el 70% de los casos de tuberculosis. Eso ha caído ahora otro 30%”, cuenta José Caminero, neumólogo del Hospital de Las Palmas y coordinador de la Unión Internacional contra la Tuberculosis. Según explica, una interrupción del tratamiento de tres meses más otros 10 de vuelta a la normalidad sanitaria, provocaría seis millones de contagios más en el próximo lustro. “Incluso si a finales de 2020 pudiésemos volver a la normalidad precovid, ya habríamos retrocedido seis años en el avance de la epidemia: estaríamos al nivel del contagio de 2014”, añade.
El retraso en el diagnóstico es fatal en esta enfermedad que, como el coronavirus, se transmite por el aire. “Pero a diferencia del covid, donde la persona puede estar dos o tres semanas contagiando hasta que se muere o se cura, con la tuberculosis puede estar meses circulando con la infección y pasar más de un año hasta que fallece”, continúa el médico. La recomendación de los gobiernos de quedarse en casa incluso si se tienen síntomas —sumada a la saturación de los hospitales y el cierre de clínicas en países como Ecuador, Perú o Bolivia— está provocando que muchos circulen con la enfermedad sin diagnóstico, elevando ya las tasas de infección. “Cuando la gente está encerrada, el contacto durante mucho tiempo y en lugares concurridos, sumado al retraso en el diagnostico, hace que los contagios crezcan como una bola de nieve”, continua Kasaeva. Además, varios medicamentos y test para tratar la tuberculosis se están usando ahora para combatir el covid, por lo que los tratamientos para paliar su expansión se están viendo mermados.
Muchos gobiernos instaron a quedarse en casa incluso con fiebre, lo que redujo los diagnósticos por tuberculosis.
El 80% de los programas, paralizados
Según un estudio de mediados de junio del Fondo Mundial de los 106 países donde invierte, el 85% de los programas de VIH se ha visto interrumpido durante la pandemia; el 78% en el caso de la tuberculosis, y el 73% en la malaria. Este fondo financiero impulsado por Naciones Unidas para invertir en el tratamiento de estas enfermedades en países en desarrollo calcula que para volver a la situación anterior serán necesarios 28.500 millones de dólares, cantidad inimaginable a corto plazo.
Se han paralizado los test de VIH a embarazadas para evitar que el sida pase a los bebés
“El Fondo Mundial ha proporcionado ya 700 millones para ayudar a los países más vulnerables al covid, pero nuestros fondos de emergencia se agotarán para finales de septiembre. Por eso, hemos permitido a los países que redirijan un porcentaje de los presupuestos destinados a VIH, tuberculosis y malaria para la lucha contra el covid”, explican desde la institución. “Se está dejando a los gobiernos que dirijan sus fondos a evitar las muertes por covid, pero eso está provocando contagios por otros lados”, opina Matteo Cassolato, jefe técnico de la organización de atención a personas con VIH Frontline Aids. También la investigación se está resintiendo, al paralizarse los estudios de campo y por la atención que acapara ahora el covid entre los investigadores.
Para sortear las consecuencias del confinamiento en el tratamiento de estas enfermedades, la OMS estableció una serie de medidas y recomendaciones, como pedir a las clínicas que dispensasen más cantidad de tratamiento a los pacientes para que se redujesen los viajes a los centros de salud o que lo hicieran a domicilio, como ha ocurrido en Kampala o Uganda.
Pero solo en el caso de la malaria parece que la situación, por el momento, es más optimista de lo que se creía hace unos meses. “Al principio de la pandemia, calculamos que este año se duplicarían el número de muertes y retrocederíamos entre 15 y 20 años en la expansión de la enfermedad”, apunta Pedro Alonso, director del Programa Mundial de Malaria de la OMS. En 2018, el paludismo dejó 405.000 muertes, la mitad que hace una década.
Una de cada cuatro personas con VIH ha tenido problemas para acceder a los medicamentos durante la pandemia
Al principio, el Centro para la Prevención y Control de Enfermedades africano instó a todos sus ciudadanos a quedarse en casa y no acudir siquiera a los hospitales. “En malaria, es fundamental acudir al médico a los primeros síntomas de fiebre para que no sea letal, llevamos 30 años diciéndolo en las campañas de prevención”, apunta Alonso.
La principal preocupación era la interrupción de las campañas de instalación de mosquiteras con insecticida, claves para evitar la picadura del mosquito que provoca la fiebre mortal. Normalmente, son los ciudadanos los que acuden a por ellas a puntos de recogida, por lo que algunos gobiernos cancelaron las entregas por el miedo a contagios en las colas. Al final, en países como Benín se han conseguido mantener las entregas con el reparto puerta a puerta de voluntarios con motocicletas distribuidas por el Fondo Mundial. “De momento, hemos podido convencer a los gobiernos para que no interrumpan los programas, y parece que las consecuencias no han sido tan graves como esperábamos. Pero el partido no se ha acabado todavía y no hay que bajar la guardia, nada nos dice que no puedan cambiar de opinión si la cosa se complica en África, donde el covid está todavía en su fase inicial”.
Salvo en Sudáfrica, la expansión del covid es todavía escasa en África, donde se registran el 93% de los casos de malaria. Su saturación sanitaria, por tanto, todavía no es comparable con la de Asia sudoriental, donde tienen lugar el 44% de los casos de tuberculosis. “Estamos al principio de la crisis sanitaria, social y política que podría desencadenarse en países con estructuras frágiles y muy dependientes de ayuda externa”, apunta Alonso.
Sin condones ni retrovirales
En el caso del VIH, las recomendaciones de las organizaciones no han sido tomadas tan en serio. “Pedimos a los países que suministrasen tratamiento para tres meses, mejor si eran seis, para que no tuvieran que ir tantas veces al centro de salud, pero la realidad es que a día de hoy la mayoría siguen sin darles más de un mes”, cuenta Núñez, de Onusida. Según esta organización, una de cada cuatro personas con VIH ha manifestado tener problemas para acceder a los medicamentos durante la pandemia.
Una de cada cuatro personas con VIH ha tenido problemas para acceder a los medicamentos durante la pandemia
Una interrupción en los tratamientos antivirales genera resistencias en los pacientes seropositivos. Además, la medicación rebaja su carga viral, por lo que si se reduce, se aumenta el contagio potencial. Según calculaba en mayo la OMS, seis meses sin prevención ni tratamientos a pacientes con sida pueden provocar un aumento de la mortalidad por enfermedades asociadas de medio millón de personas el año que viene, y un incremento del 40% los cinco años siguientes. Supondría retroceder a la situación de 2008.
También aquí la prevención ha sido mermada por la emergencia del covid. “En muchos países, se han suspendido las campañas de reparto de condones para las trabajadoras sexuales porque tenían que ir a recogerlos”, explica Cassolato. En otros, como en Rusia, las clínicas que tratan a los pacientes seropositivos cesaron su actividad para atender al covid durante semanas.
Se han paralizado los test de VIH a embarazadas para evitar que el sida pase a los bebés
Además, en algunos países se han dejado de realizar los test de VIH a embarazadas durante el primer trimestre para que el sida no pase a sus bebés, por lo que se prevé que en los próximos meses nazcan más niños con el virus. Se da la circunstancia de que el mismo test que se utiliza para la detección del VIH y la tuberculosis, GeneXpert, identifica también el covid, por lo que su producción está ahora dirigida a este último, más rentable para los laboratorios.
Países dependientes del exterior
Las distintas organizaciones que trabajan para paliar estas enfermedades todavía están calculando el impacto en los avances conseguidos que está teniendo la pandemia más allá de modelos predictivos. Sus consecuencias son muy desiguales según el país y su situación con el covid, pero las instituciones coinciden en que al impacto sanitario, el más tangible ahora, se le vendrá encima el económico a medida que el PIB de cada país empiece a resentirse.
“Aquí el problema, más que el confinamiento en sí, ha sido que millones de trabajadores se quedaron sin ingresos de la noche a la mañana cuando las fábricas cerraron. No tenemos ERTE ni prestaciones al desempleo, por lo que muchos se quedaron sin nada que llevarse a la boca de un día para otro”, apunta desde la India el investigador Hemant Shewade, autor de un estudio sobre cómo afectará la malnutrición durante el confinamiento a la mortalidad por tuberculosis en el país con más incidencia del mundo. Según el análisis del investigador de la Unión Internacional contra la Tuberculosis, un déficit de 250-500 calorías por día durante dos meses (lo que ha durado la cuarentena obligatoria) provoca una pérdida de dos kilos entre la población más empobrecida, lo que repercute en un aumento de la incidencia de la tuberculosis de un 13,8%. “La infección es muy habitual entre la población en la India, pero cuando se combina con la desnutrición, es un cóctel para la tuberculosis”, explica. Además, en la India muchos trabajadores quedaron atrapados en las ciudades, donde trabajan, y no en sus pueblos, donde tienen la atención sanitaria.
«Ha habido problemas para que la materia prima llegue a los fabricantes, que todavía tienen que recuperar el ritmo de producción»
La crisis en la India también afectará al suministro de antirretrovirales: el 80% de estos medicamentos proviene de empresas indias y la OMS calcula que los problemas actuales en la producción provocarán un incremento en el precio de entre el 10% y el 25%: entre 100 y 225 millones de dólares. «Ha habido dificultades para que la materia prima llegue a los fabricantes, que todavía tienen que recuperar el ritmo de producción anterior para hacer frente a la necesidad actual”, explican desde Onusida.
Aunque hace tiempo que estas tres enfermedades dejaron de ser un peligro latente para los países desarrollados, su contención en las zonas más desfavorecidos de América Latina, África y Asia sigue dependiendo en gran medida de sus economías. Por eso, las organizaciones sanitarias y humanitarias temen que la crisis económica que ya azota los países que han sufrido el covid sea el último golpe del efecto dominó que está teniendo la pandemia en el resto de afecciones: “No vamos a discutir qué es más importante, si una enfermedad u otra, pero si algo hemos aprendido del covid, es que si hay algo en el ámbito de la salud que tiene capacidad de riesgo y disruptora de la normalidad, es una enfermedad infecciosa”, explica Alonso, de la OMS. “En el pasado, no ha habido suficiente esfuerzo financiero ni de otro tipo para prevenir su expansión y aun así se había conseguido mitigar en los últimos años. Espero que el covid-19 nos haga entender la importancia de tenerlas controladas».