Aunque no le gustaba que le dijeran “padre” en mención al cargo sacerdotal, Gallagher desafió a la iglesia conservadora e impulsó su misión en la defensa de los derechos humanos. Antes fue policía y estudio psicoterapia.

Escribe: Marlon Castillo Castro – Conexión Vida

Lima, Perú.- Un llamado a la puerta de doble hoja de la sala de emergencias de una reconocida clínica en el distrito San Martín de Porres, informó lo que muchos de los presentes se negaban a creer. “Ha muerto”, avisó uno de los enfermeros. Eran apenas las 10 de la mañana cuando dejó de latir el corazón de Cathal (Carlos) Vincent Gallagher, el martes 28 de noviembre.

Durante entierro de Carlos Gallagher. Victor Sotelo, director de Sí, da Vida, encabeza el cortejo fúnebre.

Carlos como muchos lo llamaban en el Perú, había resistido a tres paros cardíacos producidos por un aneurisma en la aorta que le produjo una hemorragia incontrolable. Su muerte ocurrió a cuatro cuadras de las oficinas de Sí, da Vida, lo que dió tiempo a algunos de los integrantes de nuestra organización a verlo con vida, darle la mano o mirarlo con esperanza de un milagro. En sus últimas horas, llevó a la institución que fundó en su pecho. Tenía puesto el polo institucional, su clásico chaleco verde y un pin con el lazo de la solidaridad hacia las personas que viven con el VIH.

La vida física de Carlos acabó cuando apenas faltaban 72 horas para conmemorar un año más de la respuesta al VIH, actividad a la que religiosamente hacía 16 años asistía tras fundar la asociación Sí, da Vida y preparar todo lo que se iba a presentar en la feria con meses de antelación.

Gallagher a sus 72 años, dejó casi el triple de sus años en experiencia y sabiduría para quienes lo conocieron, rompiendo paradigmas y desafiando a una iglesia conservadora, con el afán de dignificar la vida de las personas, sin importar su origen, orientación sexual o identidad de género.

Su vida 

Cathal vio la luz por primera vez un 23 de julio de 1951 en Garrison, condado de Femanagh, Irlanda del Norte. De acuerdo con su biografía, acudió a una escuela local, siendo sus padres Católicos y de una familia tradicional irlandesa. Fue monaguillo en la parroquia del pueblo y le interesó leer la biblia e interpretar la vida desde un lado no literal, sino de amor para el desposeído.

Carlos Gallagher dando una misa durante los 50 años de vida Columbana en el Perú.
Carlos Gallagher dando una misa durante los 50 años de vida Columbana en el Perú.

Al cumplir la mayoría de edad, vió con preocupación las injusticias que vivió su pueblo y sin pensarlo, a los 20 años se unió a la Policía Siochána (Guardias de la Paz), de la fuerza policíaca en la República de Irlanda. Cathal, recuerda que en aquellos años 70, disfrutó de su trabajo, protegiendo a los demás, pero tras 6 años de intensa actividad, decidió dar un giro de 180 grados en su vida. Dedicarse al sacerdocio.

Aunque para muchos fue inesperado que Cathal ingrese a la familia Católica como sacerdote, él había trazado su meta. Mientras trabajaba como policía, veía con pasión la casa principal de Los Misioneros Columbanos en Dalgan Park. Recibía y leía constantemente la revista de la sociedad columbana y le interesó ser misionero 

En 1979, inició su formación como misionero en Irlanda y tras los estudios fue enviado a Chile donde se ordenó como sacerdote en 1985.

Perseguido por la violencia

Carlos llegó al Perú, en la época más violenta del país. En una publicación realizada en el 2021 por la Sociedad Misionera Los Columbanos refiere que su vocación se debe paradógicamente al “sufrimiento” que a lo largo de su vida experimentó.

De pequeño vió el sufrimiento en su país con el conflicto norirlandés, que trajo muerte y destrucción; luego le tocó experimentar la dictadura en Chile y en Perú, vivió en carne propia la persecución del grupo terrorista Sendero Luminoso, cuando desde su iglesia empezó a proteger a sus feligreses y defender la vida, la justicia y los derechos, por lo que muchos denominaron a los sacerdotes columbanos como “rojos”, casi lo mismo que sucede ahora, de tildar de “terruco” a quién defiende los derechos humanos y la paz.

Cathal Gallagher junto a Mercedes Salas y una amiga, por los años 90 en Independencia.

A Carlos no le fue difícil adaptarse a la pobreza del Perú y apendió rápidamente hablar en Español, al cursar estudios de idioma en Bolivia. Mercedes Salas, directora del jardin de niños, Casita de Colores en la zona del Ermitaño, distrito de Independencia, recuerda que Gallagher llegó por primera vez a la parroquia “Jesús Resucitado”, en una de las zonas más pobres de la capital.

“En ese entonces, no había agua, tampoco energía eléctrica, peor pistas. Caminábamos sobre el lodo, las piedras y Carlos quiso seguir en esa misión, sin importar las incomodidades y el hambre”, dijo Salas a Conexión Vida.

Respondió a la epidemia del VIH

Aunque Carlos había escuchado sobre el VIH, un suceso ocurrido en 1997 fue el parteaguas que le dió otro sentido a su misión religiosa. Era párraco en Villa María  del Triunfo cuando su madrina  Mildred (Mili) McNamara, hermana de la Misericordia de Irlanda que vivía en la zona denominada “Planeta” en el cercado de Lima le llamó por teléfono para pedir ayuda. Dos hermanos habían muerto por enfermedades asociadas al Sida en la clínica que la hermana Mili ayudó a construir. Un tercer hermano, miedo del pánico y con supuestos síntomas creía ser el próximo en morir.

Esta situación le hizo ver que la pobreza junto a la desinformación y la falta de educación sexual, era un riesgo latente en la vida de las personas y se interesó por investigar sobre el VIH, vías de transmisión y las poblaciones más afectadas.

Carlos Gallagher con integrantes de Sí, da Vida durante la celebración de un Candlelight

Entre los años 2001 y 2002, en uno de sus viajes a Londres, Cathal estudió psicoterapia y  aprovechó su estancia para dialogar con uno de sus amigos que trabajaba con personas que viven con VIH y Sida. Tras aprender sobre la epidemia, su comportamiento y las formas de prevenir, ganó el puesto para ser el Coordinador del Equipo Multidisciplinario de VIH/Sida en un hospital del noreste de Londres. Fue en aquel lugar donde conoció del  programa de la Universidad de Stanford para el automanejo de enfermedades crónicas, que fue implementado por el Servicio Nacional de Salud bajo el título “El Paciente Experto”, convirtiéndose en instructor principal.

Tras esa nueva experiencia, regresó a Lima con la visión de formar una organización que pudiese replicar lo aprendido en Inglaterra.

Fundación de Sí, da Vida

Fue en el 2005 que Gallagher entabló relación con el director de la ONG PROSA, Julio César Cruz, para iniciar un plan piloto del programa de automanejo. Apenas un año antes el Perú había modificado la ley contrasida (Ley 28243) en la que determinaba el acceso gratuito al tratamiento y evitar más muertes relacionadas al VIH/Sida.

El primer programa de automanejo se desarrolló en el Hospital Sergio Bernales de Collique. Juan Ppati Izaguirre, jefe del área de prevención secundaria de Sí, da Vida y primer trabajador de la institución, recuerda que, previo a la realización del plan piloto, se realizaron los cambios al módulo del programa y su traducción adaptándolo al contexto peruano.

El 6 de mayo de 2006, nació oficialmente Sí, da Vida inscrita en registros públicos cuyo primer director de debates fue Cathal Galllagher. 

Carlos dirige una de las reuniones de fin de año.
Carlos dirige una de las reuniones de fin de año.

Durante la expansión del programa de automanejo en los hospitales y los Grupos de Ayuda Mutua, Cathal ideó tener nuevos servicios para personas con VIH y afectados. Inició con el “Salón de la Confianza”, espacios de resocialización en donde las personas podrían liberar tensiones, hacer uso de cabinas de internet o platicar sobre sus alegrías y tristezas.

También se mejoró el servicio de psicología y se dió inicio al trabajo con “Los Chalecos Rojos de la Prevención”, que recorren calles, discotecas y bares, promoviendo la prevención del VIH. Asísmismo en el 2010 Cathal Gallagher fue uno de los que, promovió la creación del colectivo GIVAR, ante el problema del desabastecimiento de medicamentos antirretrovirales en hospitales del Minsa, EsSalud y sanidades de la Policía Nacional del Perú y Fuerzas Armadas, junto a organizaciones como: Prosa, Aid For Aids, Via Libre, Fovida, Cepesju, entre otras.

En la actualidad, la organización que fundó Carlos (Sí, da Vida), es una sólida organización que cuenta con 6 áreas con funciones definidas, planes operativos anuales y un sistema de auditoría externa que genera confianza en las entidades que financian proyectos a favor del binestar de las personas con VIH. Es más, año a año se han imnovado estrategias de prevención y atención, basados en el contexto como lo ocurrido durante la pandemia de Covid-19. Incluso Conexión Vida  es un medio comunitario que nace ante la necesidad de informar sobre el VIH de una manera que no estigmatice y para dar voz a las propias personas afectadas. Gallagher tuvo un programa al que denominó “Espiritualidad da Vida” como una forma de evangelizar sobre el valor de la vida y la dignidad de las personas.

El próximo año, Sí, da Vida cumplirá 18 años y lamentablemente Carlos no podrá estar fisicamente para presenciar la continuidad de su obra.

Uno de sus últimas acciones, fue la creación de la Red de la Sociedad Civil de Lima Norte, espacio que nació en plena era de la virtualidad obligada por la pandemia del coronavirus, como una forma de ayuda mutua para conseguir oxígeno y dar aliento aquellas personas que vieron su vida destruir a causa de la enfermedad y la muerte. En la actualidad la Red, matiene vivo el sueño de Carlos de unión para lograr el bienestar de los que habitan las zonas más pobres de una ciudad capital cada vez más desigual y excluyente. 

Sí, da Vida cumplió 17 años de vida institucional este 6 de mayo y como parte de sus actividades institucionales organizó un foro sobre el automanejo de las personas con VIH para alcanzar las metas 95-95-95 y acabar con el Sida al 2030

Incluyendo a los más vulnerables

 Carlos sabía que fundar una organización para prevenir el VIH, implicaba hablar de temas tabúes y que incluso pondrían los pelos de punta a cualquier colega sacerdote que considere al sexo como pecado y por eso trabajó para erradicar sus propios prejuicios para poder cobijar a las personas más vulnerables.

Se interesó en la promoción del condón como método de prevención. Educó a las personas gais en sus relaciones de pareja y su cuidado en la salud, para evitar contraer el VIH o si ya lo tenían en disminuir cualquier riesgo de transmisión. Empezó a codearse con personas a las que trató con la mayor amabilidad y sin intentar cambiar su estilo de vida o cuestionar lo que muchos llamarían “escándalo”.

Gallagher junto a la congresista Susel Paredes y amigos, durante una celebración.
Gallagher junto a la congresista Susel Paredes y amigos, durante una celebración.

Así acogió a Dayana, una de las primeras mujeres trans que asistió a un programa de automanejo y que luego se convirtió en instructora e integrante del equipo de “Los Chalecos Rojos de la Prevención”. No obstante, Dayana murió como muchas mujeres trans, joven y viviendo en una zona de extrema pobreza cuya cobertura de salud era precaria.  También protegió a trabajadoras y trabajadores sexuales, sin cuestionar sobre su oficio, pero enseñándoles a cuidarse de la violencia y el consumo de las drogas.

Durante el velatorio de Gallagher, la congresista y amiga personal,  Susel Paredes Piqué, mencionó que fue Carlos uno de los pocos sacerdotes que le devolvió las ganas de creer en Dios y su fe. Recordó que como mujer lesbiana la iglesia, siempre fue indiferente y hasta discriminadora con su comunidad, pero halló el amor en sus acciones y lecciones de vida.

La obra de Gallagher sigue viva. En el mapa del Perú que representa el logotipo de la institución, así como en los colores de la bandera GLBT que acompañan el lazo solidario de la prevención del VIH. 

Gallagher nunca sintió verguenza de rodearse de personas de la comunidad GLBT, al contrario, siempre se sintió orgulloso de saber que había formado una familia en el Perú, al que entendía y podía ayudar. Su legado además de sus acciones están en sus escritos como los editoriales que ha redactado para la edición 6 de “La ReVIHsta”, cuya impresión final no pudo verla y que ahora cobra un valor transcendental para entender lo que quería de este mundo.

La vida de Carlos se resume también en el lema que promueve en Sí, da Vida, ya que realmente vivió una vida larga, plena, digna y feliz.

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