El caso de Isabel se complicó y tuvo que ser trasladada de emergencia al hospital Edgardo Rebagliati. Requería más oxígeno. Tenía el 50 % del pulmón izquierdo comprometido.
Indira recuerda que su cuñado y su sobrino fueron los primeros en dejar la Villa Panamericana, tras 15 días de internamiento. Isabel salió el martes 3 de agosto; mientras que ella y su mamá, el 8 de agosto.
El reencuentro lo describe como emotivo, amoroso, de conexión total.
Afirma que no se cansará de dar gracias al equipo médico, las enfermeras y las personas de limpieza de la Villa Panamericana, porque los asistieron “con tanto amor y cariño». «Nunca me cansaré de bendecirlos, porque trabajan de una manera impecable”.
«Mientras estuve allí, recuerdo que un médico me dijo:
‘Si tu mamá no se hubiera vacunado ya no estaría aquí…”.
“Mis ideas con respecto a la vacuna, las que tenía hasta hace un mes, ya cambiaron. El 18 de agosto se cumplió un mes de nuestro internamiento. Es increíble. No me avergüenza haber cambiado de opinión; de lo contrario no habría aceptado la entrevista. He comprobado la existencia del covid-19, lo he vivido y realmente no todo lo que dicen es real”.
ndira comenta que tiene un círculo de amigos y conocidos que aún se resiste a la vacunación contra el covid-19. Le ha sugerido a su tía que se inmunice.
“Por zoom le mostré mis moretones de las agujas, de las vías que nos pusieron para colocarnos medicamentos. Le dije ‘yo te quiero mucho y no quiero que te pase nada’. Está asustada porque su única hija también terminó en la Villa Panamericana. Ahora a todas las personas les digo ‘si amas tu vida, realmente, es mejor que te vacunes‘”.
En estos días de enfermedad perdió el gusto y el olfato.
“¿Sabes?, a mí nunca me gustó la quinua y allá nos daban quinua en el desayuno, en la sopa, en todo… Cuando regresamos a casa le dije a mi cuñado que se preparara quinua con piña”, recuerda y empieza a reír.
Línea 107 nos salvó la vida
Entre la alegría de verse fuera de la pesadilla vivida, Indira no olvida a la amiga que le dio tantas fuerzas mientras estaba internada; pero prefiere mantener su nombre en reserva.
Lamenta que su amiga no haya sabido que podía haber ido a la Villa Panamericana cuando vivió exactamente el mismo calvario junto a su familia. Se infectó en febrero y, pensando que sus padres estaban sanos, los mandó a una provincia. Su esposo e hijo se aislaron completamente. A la semana siguiente le dijeron que su mamá estaba muy mal. Tuvo que regresar. Con fiebres altísimas, ella tuvo que atender a sus padres y otros familiares. Cocinaba, limpiaba, hacía de todo, pero su madre igual falleció a los pocos días. Su amiga aún se siente culpable.
El apoyo y soporte médico recibido en la Villa Panamericana fueron esenciales en su lucha contra el covid-19.
“Cuando le contamos que gracias a la línea 107 nos fuimos todos a la Villa Panamericana, no lo cree. Que es libre y gratis, para todos, que te evalúan y luego te registran, que no tienes que ser asegurado… No lo cree. Recuerdo con mucha pena que algunos días ella no tuvo ni qué comer. Mi amiga ha quedado muy afectada, con algunas secuelas en los pulmones. Es importante que se difunda más la existencia de ese servicio”, sugiere.
Me pide un espacio para hablar de los paradigmas alrededor de la pandemia. De las culpas y las falsas responsabilidades.
“La gente dice que si te contagiaste de covid-19 o tu familia se contagió seguro es porque fueron a una fiesta. En pocas palabras…, que te lo mereces. Y no es así. En mi familia todos éramos extremadamente cuidadosos y, a pesar de eso, no sabemos cómo nos contagiamos”.
Preguntas claves
Le pido un consejo para la Indira de hace un mes, para la que no creía en la necesidad de vacunarse contra el covid-19 y en cuya piel aún viven miles de peruanos, renuentes a la inmunización y que corren peligro ante una inminente tercera ola de la pandemia.
“Más que decirles que se vacunen, les preguntaría, ¿tú amas a tus seres queridos?, ¿realmente quieres que ellos vivan? Entonces, hazlo por ellos. A veces en la vida hay cosas que ameritan un pequeño sacrificio y, a pesar de que no estás de acuerdo, podrías pensar en los demás: tus hijos, tu pareja, tu mamá, tus hermanos. Los antivacunas acérrimos, al extremo nazi, que los hay, no cambiarán de la noche a la mañana. Pero, de pronto, si apelas al amor que le tienen a su familia, podría haber un pequeño cambio allí”.
A la espera de volver pronto a sus labores como voluntaria en el hospital María Auxiliadora, Indira disfruta de esta segunda oportunidad en la vida.
“Siento que ha sido un cambio de raíz. Antes era adicta al trabajo, ahora me doy mi tiempo para descansar. Nos hemos unido más a nivel del amor. Ahora siento que somos un árbol con diferentes ramas y es lo que debería pasar en todas las familias”, reflexiona.
Indira espera que su testimonio convenza a más personas sobre la importancia de la vacunación.
Afirma que espera con ansias los 90 días para vacunarse, porque uno puede ser portador asintomático, como pasó con su cuñado, y así ir contagiando a otras personas. Ella no quiere correr más riesgos.
“A diferencia de otras personas yo sí iré convencida de que lo estoy haciendo para ayudar a los demás, a mi entorno, a todos. En tres meses me vacunaré y estaré más tranquila por mí, por mi familia. Dios quiera que la pandemia así como llegó también se vaya, y también depende de nosotros”.