Internacional.- A escala mundial, el número de personas que viven con el VIH que murieron de tuberculosis (TB), una enfermedad que se puede curar y prevenir, se ha reducido de casi 600 000 muertes en 2010 a poco más de 200 000 en 2019. Estos datos suponen un descenso del 63%. En 2016, las Naciones Unidas fijaron un objetivo mundial para reducir las muertes por tuberculosis entre las personas que viven con el VIH en un 75% entre 2010 y 2020. Nueve países (Djibouti, Eritrea, Etiopía, India, Malawi, Sudáfrica, Sudán, Tailandia y Togo) alcanzaron o superaron este objetivo mundial a finales de 2019, un año antes de lo previsto.

Cambio en el porcentaje y el número de muertes por tuberculosis entre las personas que viven con el VIH de 2010 a 2019

Se ha avanzado en el cumplimiento de los objetivos mundiales al conseguir que el tratamiento preventivo para la tuberculosis sea más accesible para las personas que viven con el VIH. Este tratamiento preventivo reduce en gran medida el riesgo de enfermar y morir a causa de la enfermedad. En solo dos años (2018 y 2019), 5,3 millones de personas que viven con el VIH lo recibieron, lo cual puede salvarles la vida. Esto supone ya el 88% del objetivo de 6 millones fijado para 2022 en la  Declaración Política de las Naciones Unidas de 2018 para poner fin a la epidemia de tuberculosis

Aunque hay que aplaudir los progresos realizados en algunos países, estos logros ocultan las numerosas desigualdades y deficiencias que siguen existiendo a la hora de proporcionar la mejor atención de forma integrada a las personas que viven con el VIH y la tuberculosis. Estas deficiencias dieron lugar a aproximadamente 208 000 muertes en 2019 por tuberculosis relacionada con el sida que se podrían haber evitado (aproximadamente una de cada tres muertes por sida).

“Una de las mayores desigualdades en la respuesta mundial al VIH y la tuberculosis es la que se produce en la atención a los niños”, afirmó Shannon Hader, directora ejecutiva adjunta del programa de ONUSIDA. “Ahora se dispone de herramientas mucho mejores para prevenir, diagnosticar y tratar la tuberculosis y la tuberculosis resistente a los fármacos en los niños pequeños, pero siguen siendo insuficientes. Todavía hay demasiados niños a los que no llegamos a atender con estas nuevas herramientas. Algunos profesionales sanitarios carecen de la confianza necesaria para tratar la tuberculosis entre los niños que viven con el VIH y, tanto por miedo a ocasionar algún daño como por su deseo de protegerlos, no siempre actúan. Los niños están siendo ‘protegidos hasta la muerte’. Debemos fortalecer la confianza para tratar la tuberculosis y el VIH en los niños pequeños y lograr objetivos trascendentes”.

La tuberculosis es especialmente difícil de diagnosticar entre los bebés y los niños más pequeños que viven con el VIH (los menores de dos años). Las formas más graves de tuberculosis (la tuberculosis diseminada y la meningitis tuberculosa) son frecuentes en este grupo de edad y son potencialmente mortales si no se diagnostican y tratan a tiempo. Se han hecho grandes avances de cara a mejorar el diagnóstico de la tuberculosis en los niños. El Servicio Farmacéutico Mundial de la iniciativa Alto a la tuberculosis ofrece medicamentos de bajo coste para el tratamiento y la prevención de la TB adaptados a los niños. El reto es que estas innovaciones alcancen la escala y la calidad necesarias para llegar a todos los niños que viven con el VIH que lo necesiten.

El Plan de Acción Pediátrica de Roma contra el VIH y la TB, que forma parte de la iniciativa conjunta de fe de ONUSIDA y el Plan de Emergencia del Presidente de los Estados Unidos para el Alivio del Sida, está eliminando las diferencias para los niños que viven con el VIH. Se trata de una asociación única de múltiples partes interesadas que ha estimulado una colaboración sin precedentes entre la comunidad religiosa, el sector privado, los reguladores, los donantes y otros para acelerar el desarrollo y la ejecución de mejores pruebas de diagnóstico, medidas preventivas y tratamientos para el VIH y la TB entre los niños que viven con el VIH.

En 2019, se informó de que menos de la mitad (49%) de las estimadas 815 000 personas que viven con el VIH y que también padecen TB estaban recibiendo tanto el tratamiento contra el VIH como el de la TB. Esto demuestra que siguen existiendo grandes lagunas en la detección, las pruebas y el tratamiento tanto del VIH como de la TB. Para solucionar esto, los programas nacionales deben ir más allá de los centros de salud tradicionales para encontrar a los millones de personas que todavía necesitan tratamiento para el VIH, la TB o ambos. Se necesita un enfoque integrado, comunitario y centrado en la persona. El cribado familiar y comunitario de múltiples enfermedades como la TB, el VIH, la COVID-19, la hipertensión, la diabetes y otras afecciones comunes puede contribuir a la desestigmatización y reducir los costes para los programas y las personas. Es fundamental animar a todas las personas a las que se les ha diagnosticado recientemente el VIH, la TB o la COVID-19 a que autoricen la detección confidencial de sus contactos familiares, domésticos y comunitarios, incluidos los niños y jóvenes.

Ya ha empezado la cuenta atrás para alcanzar los nuevos y ambiciosos objetivos de 2025 para la TB y el VIH establecidos en la nueva estrategia mundial contra el sida 2021-2026. La consecución de estos objetivos hará que el mundo vuelva a estar en el camino de acabar con el sida y la TB en 2030. Se necesita una respuesta a las pandemias de TB, VIH y COVID-19 colaborativa y coordinada. La respuesta debe estar arraigada en las comunidades afectadas y centrada en las necesidades de las personas más afectadas. Abordar las desigualdades que provocan la TB y el VIH ayudará a cerrar el “abismo mortal” entre los compromisos mundiales y la realidad vivida por las comunidades afectadas por la TB y el VIH. Al poner fin a las desigualdades, podemos evitar que los adultos, los jóvenes y los niños que viven con el VIH mueran de TB.

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