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El ejercicio no está contraindicado en personas con VIH. Los efectos saludables del ejercicio, tanto físicos como psicológicos, se han utilizado para tratar, con resultados positivos, los síntomas de fatiga, depresión, náuseas y ansiedad en personas que tienen otras enfermedades crónicas, como por ejemplo, fibromialgia, cáncer, fatiga crónica y enfermedad cardiovascular.
No existen indicios de que, en personas con VIH, llevar un estilo de vida físicamente activo, e incluso participar en competiciones deportivas, pueda repercutir de manera negativa en su estado de salud.

Los estudios llevados a cabo apuntan al hecho de que las personas con VIH podrían responder al entrenamiento físico de una forma similar a cómo lo hacen aquéllas que no tienen el virus. No se ha observado en personas con VIH que practican deporte efectos adversos, como reducción de los recuentos de células CD4 o aumentos de la carga viral. Por esta razón, se asume generalmente que realizar programas de entrenamiento de una intensidad moderada es bueno y beneficioso para la mayoría de personas con el VIH.

En líneas generales, se tiende a considerar que, en personas con VIH, la práctica moderada de deporte, proporciona un incremento en el recuento de células CD4, una mejora de la resistencia de tipo aeróbico, del estado físico y la capacidad oxidativa, un incremento de la masa muscular, y un menor descenso de los niveles de corticoesteroides —hormonas del grupo de los esteroides implicadas en una variedad de procesos fisiológicos.

Estudios realizados han mostrado que estos resultados pueden suponer una mejora en la calidad de vida, dado que la persona con VIH que practica ejercicio siente una mayor energía física y un mejor estado de ánimo.

Fuente: GTT

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