
Lima, Perú. – Una entrevista con el exalcalde de Huarango, Fredy Reyes Fernández Quispe, ha encendido el debate sobre la minería artesanal en la provincia de San Ignacio, Cajamarca. En una declaración que generó fuerte controversia, Reyes bebió mercurio líquido en una transmisión en vivo, en un intento por “restarle importancia” a lo que él considera la “satanización del mercurio” y defender la legalidad de esta actividad extractiva del oro; sin embargo, más allá del espectáculo mediático, la ciencia ofrece una mirada distinta y preocupante sobre los efectos reales del mercurio en la salud humana y el medio ambiente.

El argumento del exalcalde: entre la química básica y la negación del riesgo
Reyes Fernández afirma que el mercurio metálico (elemental) no representa un riesgo significativo si no se calienta por encima de los 40 °C, alegando que el metal no se mezcla con el agua ni se absorbe en el organismo por vía oral. También sostiene que su uso en la minería artesanal de San Ignacio no contamina el ambiente, siempre que se utilicen “quemadores” para evitar su evaporación, estas afirmaciones han sido respaldadas por argumentos de “química elemental” y “evidencia empírica”, desestimando estudios toxicológicos y ambientales consolidados a nivel internacional.
¿Qué dice la ciencia?
El mercurio es uno de los metales más peligrosos para la salud, según advierten especialistas en toxicología. Tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) alertan que, en cualquiera de sus formas, el mercurio puede causar daños graves al cuerpo, especialmente al cerebro de los bebés y niños pequeños, así como a los pulmones, riñones y sistema nervioso.
Aunque una pequeña cantidad de mercurio líquido (como el que se usa en minería artesanal) no se absorbe fácilmente si se traga, eso no significa que sea seguro. Parte de ese mercurio dentro del cuerpo o en el ambiente —como en los ríos y suelos húmedos— puede ser transformado por bacterias en metilmercurio, que sí se absorbe con facilidad y es altamente tóxica; este compuesto asciende en la cadena alimentaria a través de los peces, afectando directamente a comunidades que dependen del río para alimentarse.

El verdadero riesgo: el vapor y la metilación ambiental
Contrario a lo que sostiene Reyes, el mercurio metálico se evapora incluso a temperatura ambiente. Su presión de vapor a 25 °C permite que pequeñas cantidades se liberen al aire, donde pueden ser inhaladas y absorbidas con una eficacia del 85 %; asimismo, esta vía es particularmente peligrosa en campamentos mineros donde se utiliza calor para separar el oro del mercurio.
Impacto en el debate público y en la salud colectiva
Reyes, quien forma parte del comité de defensa de la minería en la zona, señala que existen entre 18 y 20 campamentos mineros en la provincia, muchos de ellos sin autorización plena de entidades como la Autoridad Nacional del Agua (ANA). Si bien asegura que algunos están inscritos en el Registro Integral de Formalización Minera (REINFO), también reconoce que buena parte opera de manera informal o en zonas ambientalmente sensibles.
En sus palabras, la minería artesanal sería una herramienta para el desarrollo económico local, al igual que la agricultura o el comercio, ignorando que, sin formalización adecuada, esta actividad puede replicar patrones de degradación ambiental y violencia como los ya observados en otras regiones del país. Además, la presión por normalizar el uso del mercurio en actividades extractivas puede tener un efecto silencioso pero letal: debilitar los mensajes de prevención, fomentar la desinformación y poner en riesgo la salud pública.
Reducir el debate a si el mercurio se mezcla con el agua o no es simplificar un problema complejo, ya que, lo que está en juego no es solo una fórmula química, sino el derecho de las comunidades a vivir en un ambiente sano y seguro.
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