Maternidad y VIH / Conexión Vida

De 22 casos en el 2015 a solo 1 en 2019 es un avance significativo, pero ¿cuán difícil es ser madre viviendo con VIH en el Perú sin perjudicar a sus pequeños? La falta de abastecimiento de leche maternizada, el desconocimiento de las normas técnicas a favor de estas mujeres y el prejuicio del personal de salud son los factores por los que en nuestro país aún no se erradica la transmisión de madres a hijos. ¿Llegaremos a cero casos como en Cuba?

Escribe: Renato Arana Conde / Conexión Vida

Lima, Perú.- ¿Cómo es la situación de la transmisión de VIH de madres a hijos en el Perú? El Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades del Ministerio de Salud, reportó 49 casos de mujeres con VIH embarazadas, de las cuales 3 niños resultaron positivos en el 2018 y hasta marzo de este año, de  8 mujeres gestantes que conocen su condición de salud, apenas un bebé fue diagnosticado con VIH en la región Loreto. ¿Es un resultado alentador? Pues, la cifra debería de ser cero. No es un imposible ya que, en Cuba, desde el  2015 (en contraste, Perú reportó ese mismo año 22 casos), se eliminó por completo la transmisión de los progenitores hacia su prole. Nuestra normativa podría garantizar el mismo logro en nuestro país.

Reporte CDC – Minsa

Elizabeth, del Callao, –quien prefiere mantener su real nombre en reserva– descubrió que vivía con VIH durante unos chequeos médicos por su embarazo, hace una década. Tuvo miedo, pues aparte de la asociación del VIH con muerte, estaba la amenaza de transmitirle el virus a su hija. Sí, hay tratamientos con antirretrovirales para gestantes, pero su embarazo estaba avanzado al momento de la revelación: seis meses.

Por fortuna, su bebé resultó negativa en las pruebas tras el alumbramiento y se confirmó dos meses después tras un tratamiento final con lamivudina en jarabe. Pero el temor no acabaría ahí. Un alimento tan inofensivo a simple vista como la leche materna podría derrumbar todas las victorias alcanzadas por Elizabeth y su hija.

La Norma Técnica 108/ MINSA/DGSP, vigente desde hace cuatro años, indica que las madres viviendo con VIH deben recibir leche maternizada en lata hasta los doce meses para así evitar así que se transmita el virus a la hora de la lactancia; pues esta secreción natural y nutritiva sin embargo contiene una alta carga vírica, perjudicial para el receptor.

Norma que garantiza la entrega de leche maternizada en casos de bebés de padres con VIH

Elizabeth nunca recibió la cantidad completa de latas mensuales. “Es tu problema si no te alcanza”, era la respuesta usual del personal del hospital Carrión del Callao. Al inicio se le entregaba 12 latas mensuales, una cantidad insuficiente dada la voracidad de su recién nacida. Tenía que completar el resto con su bolsillo, gastando hasta 240 soles al mes en cuatro latas extras. Para el sexto mes –pues en aquellos años previos a la Norma Técnica 108/ MINSA/DGSP, esa era la edad límite de entrega– solo recibió ocho unidades envasadas.

No era la única ni la última víctima del desastroso sistema público. Seis años después, a inicios de 2017, el Departamento de Infectología y Nutrición Pediátrica del Hospital Cayetano Heredia de Lima expuso a 61 bebés de menos de un año de edad de contraer VIH. La razón: no se aplicó la ya mencionada norma técnica. Los trabajadores de salud solo entregaban la leche hasta el medio año de edad. Para ellos, la normativa solo valía en el papel. “Los bebés a esa edad ya pueden comer papillas”, era su reiterada excusa a las usuarias ante la realidad: La falta de stock del producto.

“¡Para qué te metes con alguien positivo, pues!”
Rosemary, una madre del Cono Norte, no vive con VIH. Su esposo sí. Se lo reveló cuando estaban de novios, residiendo en Europa. Ella aceptó la situación, pues se informó al respecto, desterrando prejuicios. Sabe que, gracias a lo estricto que es su compañero con su tratamiento antirretroviral, su carga viral es mínima, al punto de haber concebido a sus dos hijos del modo natural, sin protección. ¿El resultado? Negativo para ambos en las pruebas de descarte de infección. Rosemary, aunque como dijimos, no vive con VIH, igual sufre de discriminación por parte del personal de EsSalud.

“La cesárea es la vía de parto de elección para toda gestante diagnosticada con VIH”, resuelve la norma técnica de Salud, pues por parto vía vaginal las posibilidad de transmitir el virus al recién nacido son altas, ya que está expuesto al contacto con la sangre y fluidos corporales de la madre. Más de dos mil niños en todo el mundo se infectan por ese medio todos los días.

Pero Rosemary nunca tuvo el virus en su organismo y aun así los médicos del hospital Rebagliati se negaron a someterla a cesárea al momento de alumbrar, hace ya cuatro años, con el peligro que conlleva. La rechazaron una vez en el quirófano, pese a que la intervención se programó con meses. El motivo: estar casada con un hombre que vive con VIH. Ese día, la sometieron a tres pruebas de descarte. Al final, la operaron ¡48 horas después!

“¡Para que te metes con alguien (VIH) positivo, pues!”, era la ‘reprimenda’ común que recibía usualmente del personal médico a la hora de someterse a un consulta por maternidad en el seguro social.

Si su esposo dejara su destino en manos del personal de EsSalud, la vida de Rosemary también estaría en peligro. A él, su médico infectólogo le ha propuesto, ante la carencia de antirretrovirales, cambiar de esquema hasta en tres oportunidades, algo a lo que se ha negado con firmeza para no perjudicar su estado de salud y el de su pareja. Prefiere comprar los fármacos a privados para no alterar su terapia.

La legislación lo ampara, aunque solo en el papel. La ley 28243 –que modifica la Ley Contrasida–nos dice que “toda persona que se encuentra viviendo con VIH y Sida, tiene derecho a recibir atención integral de salud continua y permanente por parte del Estado (…) en cuanto a suministro (gratuito) de medicamentos requeridos para el tratamiento adecuado e integral de la infección”.

Rosemary no confía en EsSalud e ignora si en el futuro seguirán teniendo suficiente dinero para financiar la compra de antirretrovirales cuando se presente el desabastecimiento. En respuesta, pensando como madre, ha optado por ligarse las trompas y evitar arriesgar a sus futuros hijos a transmitirles la condición en el peor de los escenarios. Su gran satisfacción, al final de todo, es que demostró que es posible tener una familia y disfrutar de una maternidad y paternidad libre de prejuicios que conlleva vivir con el VIH. 

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